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Las evaluaciones en las escuelas Waldorf

Si no hay exámenes ni calificaciones, entonces ¿cómo se mide el avance de un alumno Waldorf?

Conviene abordar este tema de manera integral. ¿Por qué no se hacen exámenes ni se dan calificaciones a los estudiantes de las escuelas Waldorf? En principio, hay una diferencia clara entre el significado de calificar y el de evaluar. Calificar conlleva observar solamente el logro final de un proceso, adjetivar -de alguna manera- a un estudiante con base en una escala de valores predeterminada -estática- y dar por determinado este valor como hecho inamovible. Por otra parte, evaluar es un elemento activo, constante, que toma en cuenta al proceso en sí y a las partes involucradas.

La calificación, es decir, la orientación al logro, lleva a los estudiantes a actuar de manera externa a sí mismos, centrándose en hacer algo para obtener un resultado concreto, inamovible, muchas veces sin relación o sentido con la vida real y sus preguntas. Con frecuencia, en los mil a dos mil exámenes a los que es sometido un alumno en promedio durante su etapa escolar en la educación estandarizada, se memorizan elementos que, después de ser o no incluidos en las preguntas de la prueba, carecen de valor real, de sentido en la vida y experiencia del estudiante, por lo que son conocimientos que se envían a la zona de almacenaje de “archivo muerto” del cerebro. Las más de las veces, los exámenes son revisados por sistemas computacionales -en donde una máquina toma valores predeterminados y juzga datos- o por personas con base en una escala predeterminada de respuestas, calificando, dando una adjetivación. A eso de los 18 años de edad, dadas las vivencias y las necesidades de la vida real, nuestro cerebro entra de manera natural en una poda neuronal, donde se desechan las neuronas y las sinapsis asociadas con aprendizajes que no tienen sentido o relevancia para nuestra supervivencia y desarrollo. Así, se vacía “el almacén” de lo que nos resulta inútil, para dar espacio a vivencias, experiencias y conocimientos que resulten significativos para nuestra vida; lo aprendido de memoria, lo que no tuvo sentido o no se ligó a emociones y sentimientos, lo que no se vistió de artístico, todo eso es borrado por nuestro cerebro y de su uso concreto en nuestras vidas. 

Por su parte, la evaluación implica una posición activa, tanto de quien la elabora como del proceso del evaluado. Al enfocar la instancia pedagógica en los alumnos, éste es un trabajo personalizado, en donde se toma en cuenta el proceso de aprendizaje a través del contacto cotidiano con los estudiantes. Los maestros realizan una búsqueda individual, de intercambio con otros colegas y en una comunicación constante con los padres, manteniéndolos informados y propiciando un vínculo de retroalimentación para, de este modo, poder evaluar y promover el desarrollo según las capacidades y necesidades de un alumno en particular y del grupo en su contexto. Cierto, en la Pedagogía Waldorf no hay calificaciones; sin embargo, a diario se demanda de los alumnos trabajo concreto y desarrollo de la voluntad y, la respuesta de los alumnos a esta demanda, es observable, ponderable y susceptible de ajuste desde la mirada especializada de un maestro Waldorf.

En Jardín de Infancia, el trabajo escolar se basa en el desarrollo de las habilidades individuales y sociales necesarias relacionadas con el primer septenio y, en este sentido, la maestra observa, interactúa, promueve, guía, da ejemplo, cuyo resultado es evaluable en lo individual de cada alumno y en el contexto del grupo entero. En el segundo septenio -la Primaria y la Secundaria en México-, se incluye además la promoción del trabajo en cuadernos de clase, tareas, investigaciones, proyectos, presentaciones de distintos tipos, realización de trabajos, informes de lectura, ensayos, etcétera. Todos estos elementos en el primero y segundo septenios -su proceso, su aplicación, el avance logrado, lo que se requiere desarrollar- son materia evaluable para el maestro, quien a su vez encuentra un espejo de su propia labor en el avance de sus alumnos, en una dialéctica que se autoalimenta y ajusta.

Asimismo, tanto a medio año escolar como al finalizar el ciclo, los maestros -titulares, asistentes y de especialidad- realizan para los padres de familia un informe detallado sobre cada alumno, en el que dan cuenta del aprendizaje en la etapa evolutiva de cada estudiante, tomando como eje el desarrollo de la voluntad, el sentir y el pensar de los niños. La evaluación Waldorf surge de la mirada con la que observamos al propio ser humano desde la perspectiva antroposófica: la vida por septenios y etapas evolutivas, la triformación del individuo (cuerpo físico, cuerpo energético y cuerpo de emociones), la experiencia terrenal como un hecho espiritual del alma humana y el reconocimiento profundo del Yo individual como motor de la experiencia de cada persona.

Cierto, en la Pedagogía Waldorf no calificamos a los niños, a nuestros alumnos. En lugar de ello, evaluamos su proceso de formación para la vida, evaluamos su desarrollo individual y social, evaluamos nuestra relación de adultos con ellos… Es decir, nos sumamos de manera activa y amorosa a su evolución personal y elaboramos un reporte para sus padres, buscando aportar de manera concreta para la familia entera. Con nuestras evaluaciones, los maestros Waldorf realizamos un reconocimiento profundo a la realidad compleja que implica a un ser humano -más aún cuando es un niño-, tomando en cuenta su vida completa y no solamente su etapa escolar. Las evaluaciones en la escuela Waldorf pueden ser un luminoso momento de encuentro entre escuela y casa, entre maestros y padres de familia, que tenga como eje el amor por la infancia y por cada uno de los niños y niñas que se integran en nuestras aulas.

Arturo Cervantes.

 

 



2024-01-24 | 02:17:15pm

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