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ACERCA DEL SENTIDO DE LOS CUENTOS Y LAS LEYENDAS EN NUESTRA ÉPOCA ACTUAL

Por Detlev Sixel (texto tomado del sitio Médicos Escolares orientados en la Antroposofía y reeditado para una mejor comprensión contemporánea)

¿Qué justificación, qué valor tienen los cuentos y las leyendas del pasado lejano en el contexto de nuestro mundo moderno tecnologizado? ¿Nuestros ojos y oídos aún logran dominar al cúmulo de impresiones sensorias ofrecidas diariamente, sin caer inconscientemente en una sugestiva influencia? Así, podríamos formularnos muchas preguntas que, en definitiva, parten de un problema básico, vale decir, la pregunta central que nos refiere al sentido y el valor de nuestra vida en la actualidad.

Los problemas educativos y formativos, cada vez más evidentes en nuestras escuelas y universidades, ostentan en forma apremiante la ineficacia o la falta de apropiados valores formativos, a pesar de los rendimientos científicos reconocidos en la actualidad. El desarrollo de la tecnología moderna ha conducido a métodos formativos que, de manera unilateral, ha producido una especialización intelectualista, la que de manera obvia tuvo que perder cada vez mayormente el contexto de la vida práctica y concreta. El cuidado y el fomento de una vida social, espiritual y moral no pudo ser sostenido por la humanidad frente a los requerimientos de la vida moderna y ha conducido al fracaso contemporáneo de las fuerzas del alma y del corazón. Una fuerte fuente energética que hasta nuestro presente co-determinaba la instrucción pública y la enseñanza -y cuyos impulsos se nutrían también a partir del mundo de las leyendas y los cuentos-, se agotó cada vez más.

Una comparación con el desarrollo histórico puede mostrarnos cómo en el pasado los cuentos, leyendas, sagas y mitos ejercieron un rol importante en el desarrollo cultural. En la historia de la humanidad, han sido realmente una fuente de la formación anímica y vigorización del hombre, llegando hasta su avanzada edad. Grandes pensadores y poetas -como Goethe y Novalis-, eligieron la forma del cuento para expresar las más profundas sabidurías de una experiencia de vida. Importantes músicos de las formas de los cuentos y sagas crearon inolvidables obras de arte, así como también en las demás regiones de las artes pueden ser vivenciados claramente sus efectos. Ciertamente, hasta hoy está presente un vasto tesoro de cuentos y sagas en los más modernos medios masivos, pero a menudo modificados o completamente cambiados, bajo el empleo de motivaciones que muchas veces poco tienen que ver con valores educativos y morales (léase Disney y Marvel). Por el contrario, estas implementaciones constituyen más bien una amenaza para los valores fundamentales de las narraciones originarias.

Existe la tendencia general de considerar a los cuentos de hadas y a las sagas como forma artística de fantasía, creada para el ánimo infantil, adicionada con representaciones de superstición, brujería y cosas semejantes. Pero, en este juicio es necesario contemplar la relación del niño hacia el cuento, la cual a su vez nos permite encontrar una conexión hacia el origen de ese mundo de cuentos y de sagas; nuestros propios hijos nos pueden revelar en qué medida el niño puede relacionarse con el mundo de las vivencias y de las imágenes de un solo cuento.

A partir de nuestros recuerdos de la primera infancia, que en la mayoría de los casos están sumidos en la oscuridad de la conciencia, pueden emanar en nosotros percepciones de que a esa edad hemos vivido nuestro entorno de manera muy diferente a como la hacemos en la adultez. Determinados objetos en la casa -un árbol o un arbusto en el jardín, plantas, piedras, animales, o hasta las nubes en el cielo- inspiraron nuestras representaciones de fantasía, acompañadas con sentimientos  y sensaciones, que promovieron que nos sintiéramos profundamente ligados a las cosas de nuestro entorno. También, al contar o leer un cuento a los niños, de pronto nos pueden aparecer vivencias de nuestra infancia, las que nos hacen sentir claramente la manera diferente en que nos relacionábamos con el entorno siendo niños.

No debe sorprendernos que los niños pidan escuchar siempre un determinado cuento y que en lugares definidos de la narración pidan que el relato sea muy lento y sin modificar palabra alguna. Todo esto puede dar la impresión de ser exagerado, pero de hecho no lo es, dado que claramente podemos vivenciar cómo en el niño se produce una sensación de saciedad, similar a aquella al cabo de la ingesta de una comida placentera. De la misma manera como nos ocupamos del bienestar corporal del niño, es necesario el cuidado interior, el alimento para el alma. Al faltar una parte o al existir un exceso, naturalmente se producen trastornos que a menudo pueden alterar sensiblemente el equilibrio del bienestar interno y externo. Esto indica que en el niño, hasta llegar a la edad escolar, lo físico, lo anímico y lo espiritual se encuentran en una conexión de índole diferente a la del adulto.

Para los adultos, las experiencias personales y vivencias con niños pueden despertar en nosotros sentimientos de veneración profunda frente a las fuerzas de desarrollo divinas-espirituales de múltiple manifestación. Estos verdaderos sentimientos de veneración son un entorno adecuado para la narración de cuentos, ya que las fuerzas del corazón nos permiten encontrar un real clima de cuento de hadas, a partir del cual podemos transmitir al niño las palabras correctas, las imágenes correctas, y proporcionarlas de manera que éste se sienta a gusto y satisfecho, saludable y vigoroso. Así, podemos darnos cuenta también de la importancia que tiene para el niño la constitución vital y anímica con la que los adultos nos aproximamos a él. Tales experiencias y reflexiones pueden ser ampliadas esencialmente coin la lectura del texto “El Estudio del Hombre”, de Rudolf Steiner.

Hasta los primeros años escolares, el alma infantil siente añoranza de estas imágenes facultadas al cambio, facultadas al crecimiento. El plan de estudios de la Pedagogía Waldorf para los grados básicos de la Primaria se corresponde a esa real necesidad, en múltiples formas. Los requisitos, el orden del mundo exterior, se le tornan conocidos y comprensibles a través de la pintura, la escritura y la lectura, al ejecutar música, al practicar euritmia, a través de las imágenes de los cuentos de hadas, fábulas e historias. Todo esto, de modo que al cabo del decimo segundo año de vida, con el paulatino despertar del pensar y del conocimiento, el niño aprende a comprender al mundo sensorio exterior poco a poco en forma de los pensamientos, según causa y efecto. En principio, en el primer año escolar, el mundo de imágenes plenas de fantasía de los cuentos de hadas ocupan un primer plano, aportando una fuerza vigorosamente estimulante. En el segundo año escolar vienen las fábulas de los animales y las historias de los animales; a  esta edad, el niño aun se encuentra ampliamente relacionado con su entorno, de modo que a los animales los entiende en mayor medida cuando los mismos actúan “humanamente”. Luego, vendrán en los años escolares siguientes el Antiguo Testamento y las sagas de la mitología de los héroes nórdicos. Esta estructura nos enseña que el mundo de los cuentos de hadas, a su debido tiempo, tiene que concluir para poder conducir las fuerzas del desarrollo del niño también al mundo del pensamiento consciente, en un proceso paulatino y continuo. Hacer las cosas de otro modo significaría motivar un debilitamiento para el alma del niño.

Al no tomar en cuenta estos elementos verdaderos del ser humano, si los niños son tratados como adultos, entonces, en el futuro les faltarán las fuerzas vivificadoras del alma y no surgirá en ellos una sana percepción social: “El ataque contra el mundo del cuento de hadas se orienta contra el alma del niño. El intelecto, desprendido a la fuerza de las profundidades vitales, “ensalvajecido” y embrutecido, quiere trastornar a la fuerza las secretas leyes naturales de la vida y colocarse como tirano en el alma del niño.”

El niño sano necesita del mundo de los cuentos para su desarrollo anímico y su relajamiento. Los lleva consigo al mundo del sueño y los transforma en una fuente de fuerzas vitales, que lo acompañan a lo largo de la vida. Procesos de este tipo nos manifiesta también Goethe en su cuento “La serpiente verde”, una metamorfosis de antiquísimas sabidurías en imaginaciones reales, sensorias-suprasensorias. En este ámbito, causa y efecto se llevan a cabo dentro de un proceso de maduración lenta. Quien aguarda o presiona para un efecto rápido y visible de la fuerza educadora del cuento de hadas, más bien estará decepcionado, o hasta lo estará negando. Toda relación meramente superficial del locutor hacia el cuento trastorna al delicado hechizo de esta historia y también el alma del niño. Podemos contarles cuentos de hada a los niños únicamente cuando, con plena participación anímica, podemos resonar verdaderamente en su contenido de verdad o sentido.

Bajo este aspecto, todo lo cruel y temible de algunos cuentos de hadas adquiere su verdadero carácter. Estas supuestas crueldades e infamias en el cuento nunca vienen a nuestro encuentro de manera unilateral o aislada. Se trata de verdades en imágenes, símbolos, mitos vivientes, con facultad de crecimiento y de transformación. Pertenecen asimismo a los motivos y la dinámica de los cuentos, como la vida. En ellos impera un orden espiritual de vida que es miembro de un orden mundial equiparador mucho más elevado. Objeciones acerca de que despierten en el niño instintos de crueldad se hallan completamente fuera de lugar, como se ha comprobado a través de cientos de años. Por cierto, también podemos encontrarnos con niños que con determinados cuentos se sienten atemorizados, hasta en sueños. La responsabilidad, en realidad, no es de los cuentos de hadas, sino de los adultos que, a causa de su postura anímica y su infundir de emociones adultas al cuento, han ahuyentado al ánimo infantil precozmente (por ejemplo, el modelo del cuentacuentos, que hace adaptaciones adultas de las historias de niños). En estos casos las imágenes son tomadas de manera naturalista -no espiritual- y se paraliza la fuerza creadora en la fantasía del niño, apareciendo en su lugar un pasivo espacio hueco, donde se vierten miedo, espanto y emociones excesivas. Esto también nos sucede a los adultos cuando miramos televisión o filmes o videojuegos que exacerban las emociones y nos llevan fuera de nosotros y de nuestra paz.

Con todo lo anterior, la pregunta de si los cuentos de hadas en la actualidad aún poseen valor educativo, se responde por sí misma: así es si el adulto relaciona apropiadamente las condiciones de vida del niño con las del cuento de hadas y se imbuye anímicamente en la narración. No en vano, la lectura de cabecera de Albert Einstein hasta sus últimos días fueron los cuentos de los hermanos Grimm…



2023-09-18 | 06:19:09pm

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