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LA VIDA HUMANA: UN PROCESO DEL ALMA Las etapas evolutivas como eje rector

por Arturo Cervantes

Uno de los pilares centrales de la Pedagogía Waldorf consiste en el estudio y comprensión del desarrollo de la biografía del ser humano como base de la construcción de una metodología y una didáctica escolarizadas, que aporten no solamente en lo académico sino esencialmente en todos los elementos para considerarse una verdadera formación para la vida.

La Pedagogía Waldorf reconoce con claridad diversas etapas en el devenir de una persona, las que se van dando en ciclos de siete años, en lo que denominamos “Septenios”. Así, durante cada septenio el ser humano presenta y desarrolla determinadas características, apareciendo -como un proceso continuo- necesidades y capacidades específicas inherentes.

Hay tres etapas en los septenios de la vida de un ser humano. La primera se refiere a los años en que somos susceptibles de ser educados, de ser formados por los adultos que nos rodean; es decir, comienza con nuestro nacimiento y se proyecta hasta los 21 años de edad. En cada una de las partes que integran a esta primera fase, los niños y los jóvenes requieren que se les muestre, se les guíe y se les desarrolle de manera concisa, clara y consciente por el adulto. El énfasis para el primer septenio es que los niños y los jóvenes sientan al mundo como un lugar bueno para vivir; en el segundo septenio, al mundo como un lugar bello donde desarrollarnos; en el tercer septenio, al mundo y sus leyes naturales (las del cosmos entero) como un sitio que nos muestra sus verdades, leyes y correlaciones para que interactuemos con ellas de la forma más saludable y ética posible.

La segunda fase en la vida de un ser humano va de los 21 a los 42 años de edad. Se trata de los septenios del encuentro con uno mismo, de la definición de la personalidad, de la estabilidad social, emocional y laboral, así como del desarrollo en lo individual y en lo comunitario. La tercera fase es de la plenitud, de la profundización en el sentido de la vida, del aprendizaje sensible que se comparte con los otros. Pueden sobrevenir crisis existenciales, dudas, preguntas, pero, cuando se alcanza la vejez, las dudas se van disipando y se alcanza una cierta paz interior, especialmente si cultivamos nuestro ser y hacer en este mundo.

¿Cómo es el desarrollo real del niño los primeros 14 años de vida?

En nuestra pedagogía Waldorf, es fundamental acompañar y respetar las pautas de los tres primeros septenios, de modo que los niños y jóvenes puedan crecer y formarse para ir al encuentro de su destino en la vida cuando sean adultos. Buscamos que se conviertan se personas responsables, éticas y conscientes, ocupadas no solamente en su desarrollo personal sino en aportar en lo social al mundo en el que vivimos.¿Qué elementos intervienen en esta formación para la vida?

En principio, en los dos primeros septenios los niños requieren que se les dosifique amorosamente la información del entorno, ya que el mundo adulto difiere en mucho del de la infancia, especialmente en lo que se refiere a la intelectualización y al establecimiento de patrones (y, hoy día, al uso de tecnología). También, son necesarios ritmos sanos en la casa y en la escuela como un fundamento para el buen crecer y desarrollo, no solo de los menores, sino de la familia completa (salud compartida). En este caso, la infancia, no podemos dejar de lado el tema de la alimentación, sana y balanceada, muchas veces opuesta a los patrones de consumo industrializado, que debe ser observada cuidadosamente por los adultos para dotar de este elemento formativo a los niños. También, apoyar el desarrollo de cada individuo pero, a la vez, del entorno social. Y, por último pero no excluyente, el avance curricular escolar, que debe considerar el verdadero desarrollo y las necesidades anímicas de los niños por sobre la imposición social, económica u oficial, brindando un menú entre ciencias y artes, entre aprendizaje y habilidades, que dote de bagaje amplio para el futuro a los actuales estudiantes. Con frecuencia, todo lo anterior coloca a la Pedagogía Waldorf de frente a las políticas educativas generalizadas y homogenizadas, ya que en nuestras escuelas debemos fundamentarnos y desarrollarnos con base en el estudio del ser humano y de sus necesidades de acuerdo a su proceso de etapas evolutivas. También -y es necesario reconocerlo-, este “contrapunteo” sucede muchas ocasiones entre casa y escuela, ya que la biografía de los padres, su formación -muchas veces no Waldorf- y su entorno social y económico, se ven contrastados con las líneas generales de esta pedagogía. Los colectivos de maestros se van adentrando cada vez más en la Antroposofía -base sobre la que surge la Pedagogía Waldorf y mucho de su actuar resulta a veces incomprensible y a veces hasta cuestionable desde la perspectiva del status quo educativo y social. Esta es una constante en todos los países en los que hay escuelas Waldorf. Y, sin embargo, esta pedagogía es la de mayor expansión en el mundo actual y está presente ya en todos los continentes. ¿Por qué? Por que está ofreciendo algo que todas las otras propuestas pedagógicas existentes no tienen: un verdadero sentido para la vida del ser humano, tanto en lo individual como en lo social. Con frecuencia, los padres de familia de las escuelas Waldorf, dado que en su mayoría no provienen de esta Pedagogía, son asaltados con preguntas sobre si sus hijos aprenderán lo necesario para estar al nivel académico del mundo. Se cuestionan si sabrán algo más que tejer o cocinar o bordar, si tendrán más futuro que en las artes (lo cual ya también es materia de reflexión personal). Asimismo, ven los “avances” de los hijos de sus familiares y amigos y sienten que esto no sucede con los propios… Aquí cabe señalar que, dado que el ser humano vive procesos de vida que se ligan de manera integradora, la educación entonces no debiera ser de otra manera que un proceso, una metamorfosis constante.

El proceso de la escuela Waldorf inicia hoy día con el Jardín de Infancia, sentando allí las bases fundamentales para la construcción del entramado de educación formal e informal que formará el bagaje del niño y del joven para llegar a los 21 años de edad. La socialización, la comprensión del mundo desde una perspectiva amorosa, el trabajo individual de la voluntad y la integración al ritmo colectivo, son elementos fundamentales del Jardín de Infancia. También, la sensación del espacio y de las fuerzas naturales en el niño, la “encarnación” paulatina y la protección del cerebro y de las energías vitales que deben estar centradas en el crecimiento y el desarrollo progresivo. Y este proceso no debe ser calificado, ya que cada niño y niña son únicos y diferenciados; eso si, hay que evaluar, para poder establecer si ya el niño tiene los criterios de madurez necesarios para el paso a la Primaria. Esta es la verdadera “certificación” de prescolar: que el niño esté listo en lo físico, en lo anímico y en lo mental para ir hacia una nueva forma de aprendizaje.

Ya en la Primaria, en cada grado se vienen presentando necesidades especiales en los niños conforme avanzan en edad, las que reciben aportes específicos de la currícula Waldorf: todo a su tiempo y de manera vivencial, no conceptual. Hacia la mitad del proceso se da un cambio fundamental en la percepción del niño, la verdadera crisis del ser humano, cuando la esfera de la infancia dorada se rompe y da paso a una nueva percepción del Yo. Aquí, se da inicio a las fracciones, tanto en las matemáticas como en el lenguaje nacional y en la introducción de nuevas materias derivadas del conocimiento del medio. Seguirán tiempos de definición personal, de surgimiento de la personalidad, de brillantez y de oscuridad en el alma del niño y, con el fin de esta etapa, concluirá el sexto grado, es decir, la Primaria. Para el cierre de este ciclo, conviene introducir -de manera paulatina- la certificación de conocimientos, la homologación a los estudios de todas las pedagogías sumados a la amplia oferta Waldorf, como una antesala a lo que vendrá en la Secundaria.

En Secundaria, el alma de los niños se abre a nuevas perspectivas -y llega el Renacimiento con su punto de fuga triple-, las ciencias se presentan de manera más acuciosa, siempre basadas en la vivencia y no en el concepto: química, física, fisiología y anatomía humanas, historia del mundo y de México. También preálgebra y álgebra, así como medición y disección de ángulos y cálculo de superficie y volumen. La lengua extranjera como elemento de comunicación de los sentimientos y del pensamiento. El trabajo social como enlace con otros fuera de las aulas. Y, para cerrar esta etapa, la certificación y homologación de conocimientos, listos para continuar a la Preparatoria, ahora si, con una imagen completa integral de sí mismos y del mundo en el que viven.

Como he intentado mostrar, los dos primeros septenios del ser humano son fundamentales para el desarrollo posterior de nuestros alumnos de hoy. El ritmo salutogénico se busca en la escuela a través de la currícula, tanto por grado como de manera horizontal a través del Jardín, la Primaria y la Secundaria. Los maestros integramos a la Pedagogía Waldorf como forma de vida, como eje de nuestro propio desarrollo. La labor de casa es, entonces, conocer de estos fundamentos antroposóficos, integrarse al proceso de los hijos en la escuela Waldorf y no perder de vista la labor de conducción que corresponde al adulto, lo mismo que el aporte de recursos para que el proceso tenga sostenibilidad y viabilidad concretas.

El proceso de desarrollo de un ser humano conlleva, de manera natural, 21 años para asentarse y dar sus frutos posteriores. No por cortar antes la manzana, apuramos su maduración correcta



2023-05-19 | 02:24:23pm

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